miércoles, 22 de junio de 2011

der Mahlstrom der Liebe

A ti, mi dulce tormento, te escribo:

Tras haber hablado contigo, una vez más, me veo sumergida en la niebla de un oscuro océano que nos separa cada vez más. Y en mi cabeza, de forma inevitable, rebota el eco de tu voz, de tus palabras, aquellas que en un momento muy concreto de mi vida, me llegaron al corazón y se me quedaron grabadas para siempre.
Sin embargo, cada vez que te observo con mi habitual y obsesivo detenimiento, me doy cuenta enseguida de que ya no eres aquel niño a punto de convertirse en hombre, enamorado de una supuesta princesa de cuentos de hadas: te has convertido en un individuo que se encuentra con todos los placeres que la vida le puede dar, totalmente anulados; has pasado mucho tiempo meditando y sopesando todas las cosas buenas y malas que esta relación nos ha regalado. ¿Y qué conclusión he podido alcanzar de todo esto? Tú mismo creaste una enorme muralla que provoca que ese amor y cariño mutuos que nos profesábamos día a día, con nuestros más y nuestros menos, vaya languideciendo, y a punto de rozar la línea que separa la salvación y la extinción del amor.
Oh, claro, pobre de mí, ¿Por qué no fui capaz de ver mucho antes que tus besos, tus caricias, eran un farol, totalmente infundados y basados en una mentira que tú mismo te creaste y en la que tú mismo creías? ¿Por qué, durante tanto tiempo, estuve ignorando a la sombra de la duda, que planeaba siempre por encima de nuestras cabezas, y que finalmente acabó por instalarse de manera inexorable en tu corazón? Mi regreso a tu vida, como bien me hiciste observar, fue toda una decepción para ti. A pesar de encontrarme enamorada perdida de un príncipe lejano que tiempo atrás me robo el corazón, me hiciste ver lo inmaduro e insensible que eres. Tus constantes dudas y vacilaciones por intentar reencontrarnos una vez más, me han hecho sentirme capaz de dar por hecho que seguirías toda la vida con esta relación idílica, pero yo necesito algo a lo que poder agarrarme sin tambalearme, que me arropen unos brazos, y unos labios que me besen hasta quedarme exhausta.



¿Falta de decisión? Con toda probabilidad sea otra de las causas clave de que nuestro amor se diluya tan rápido. ¿Es éste otro de los sueños de una hipotética noche de verano? Así es. Por ello, para no hacerte ningún mal, y menos aún, que mi corazón se rompa en mil pedazos desiguales, guardo este recuerdo: el amor que, de una forma u otra, me endulzará los labios con el néctar que un día derramaste en mí, y que será capaz de aliviar mi alma. Y, ¿Por qué no?, me siento orgullosa de haber amado y haber sido amada por un caballero venido de un lejano y desconocido lugar: solamente pido a Dios que, el momento en que entremos en un lugar que ni tu ni yo conocemos, podamos seguir juntos en la eternidad, y juntos brillar como el sol, dentro del firmamento. Así es como he decidido que esta relación ha llegado a un límite que solamente tú has rebasado, aun siendo plenamente consciente de que tu recuerdo seguirá acompañándome hasta mi final. Ni las más violentas agonías de mil noches en soledad podrán borrarme tu estigma.


Aquí estamos, tú y yo, en el vórtice del amor.